
Ascensor de amaneceres, que convocas a los sueños y aterrizas las palabras. Más que por pedirte que bajes, te pido que subas los momentos gloriosos y bajes las turbulentas penas que azotan la fuga de la vida. Amanecer otra vez bajo el séptimo piso cruzando cada compuerta como mía, y gozando de cada una como marcha honesta.
Me detengo en el primero a degustar mágicamente los placeres que derriten en la boca y que aclaran las penas del vientre, gula que mata las penas, y amarra los vicios...segundo piso para amanecer la intimidad y convocar ternura fraudulenta que sólo lleva al placer sexual, lujuriosa pasión que me atrae a condenar el segundo vicio, como tercer piso observar lo ajeno y codiciarlo con ganas que frotan la piel por el deseo de lo vuestro,envidia que me pone alerta, y lo vuestro hacerlo mío, sólo mío, y llevarlo conmigo al cuarto piso donde escondo los máximos tesoros que no represento tener, mi vicio tercero, avaricia que no es más que mi propio sentir, mi propio placer y vida...No obstante, anhelo conseguir más, más por más que necesito y aunque muero de ganas por tener, solo espero que llegue a mis manos de forma fácil, no me importa luchar por más, pues bien sé que mi pereza lo impide, pues no importa, fácil es creer que viviré más allá de esto, y con esto, perezoso seré si amargo las noches que duermo cuando necesito viciar una quinta necesidad, hacia el quinto piso. Y reconozco mi rabia frente a esto, de no poder ser perfecto y no poder conseguirlo todo, soy tristemente una burla al pecado, y mi ira revienta las venas del enemigo y arrastra sangre que derramaré al sexto piso. Desafortunadamente para lo divino, ha muerto el cielo, pues he pecado y aun así llegado al séptimo piso donde mi soberbia me engrandece más de lo que he sido, y lo que soy.