domingo, 27 de abril de 2014
Crítica literaria en cuanto a la estructura externa de la obra de Julio Cortázar: Rayuela
Belén Peñaloza Véjar
Como si no fuera una novela convencional, la ruptura de esquemas por parte de Cortázar sigue siendo de gran relevancia para la literatura latinoamericana y, esencialmente, vanguardista. Desde este punto de vista, Cortázar no necesita de adaptación estética, mucho menos de estructuras semánticas y detalles retóricos que vanaglorien sus obras, es más, implícitamente nos demuestra que sus escritos son incondicionalmente únicos.
Si consideramos una de sus obras, dentro de las que podríamos encasillar la lectura de Cortázar como “desestructurante”, debemos fijar nuestra mirada en aquella novela compleja que, en general, es conocida por ser “desordenada” la misma que, como un juego de Rayuela, permite que el lector caiga en un capítulo sin tener necesariamente que ser “lógico”. La obra, que tiene el mismo nombre del juego mencionado, invita al lector a probar la irracionalidad, a conjugar las formas y generar discusión.
Así como Rayuela encuentra en el lector la mejor forma para desestructurar, Cortázar, implícitamente astuto, configura sus escritos como un modelo que no tiene principio ni fin; medios ni extremos. Sin embargo, al cabo de un entremés, y llegando a involucrarse con los personajes, con el ambiente, con el acto dramático e incluso con la cadena de capítulos sugeridos, el lector cae en querer conocer la estructura perfecta.
¿Cómo considerar la estructura perfecta de una obra? El mismo Cortázar es quien, en sus diez consejos para escribir un cuento, nos dice que “Nadie puede pretender que los cuentos solo deban escribirse luego de conocer sus leyes… no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable” (Cortázar J, 1969) ¿Qué podría significar que no existan leyes para escribir? Existen leyes gramaticales, leyes ortográficas, leyes semánticas, incluso podríamos hablar de ciertas leyes pragmáticas pero, tal como indica el autor, existen diversos puntos de vista, paradigmas y “normas” de vida únicas, sin estructura general y a la vez con una estructura sencillamente exclusiva. Podría esto, por ende, servir al lector para jugar su propia Rayuela, encontrar su “realidad”, haciéndose parte de la obra; siendo un autor más de sus propias lecturas. Rayuela no permite que seamos deshonestos; no permite que seamos sencillos, nos llama a ser complejos y desequilibrados, sin necesidad de cumplir los diez mandamientos, los doce, los veinte, o los que sean. Somos dueños de nuestros propios mandamientos. Si bien Cortázar se encarga de realizar una guía para el lector, es este último quien debe repartir su lectura, considerar su propuesta empero sin ser impuesta. Condensa la lectura a medida que viaja por diversas direcciones llamadas “capítulos” con el objeto de producir una novela nueva cada vez que Rayuela es abierto. ¿Cómo explicar la estructura interna de Rayuela? Simple, desarreglada, desequilibrada, desordenada, y cuántos otros “des” quepan por mencionar. Para arreglarla, equilibrarla y ordenarla se necesita de un lector fugitivo, que necesite conocer su “realidad” dentro de su propio juego.
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